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Solano Vargas, Noé

1899 - 1971
Noé Solano Vargas

            Dibujante y humorista gráfico, es uno de los más destacados caricaturistas costarricenses, maestro del humor gráfico nacional y uno de sus mayores promotores, como lo muestra su quehacer en las Exposiciones de Artes Plásticas: la incorporación del humor gráfico y su valoración en tanto arte, así como el surgimiento de la idea de los certámenes y su desarrollo, están muy vinculados a su nombre. Fue periodista, director de medios y editor; un innovador en el campo del humor gráfico. Su obra fue reconocida por críticos de arte y colegas, quienes exaltan la calidad de sus dibujos, su chispa humorística y su originalidad. Su obra exhibe la ambigüedad de los dos géneros que practica. Inició su formación académica en la Escuela Nacional de Bellas Artes, dirigida por Tomás Povedano de Arcos, y la completó en Cuba y Estados Unidos. Entre 1920 y 1960, desarrolló una gran actividad tanto en Cuba, el Diario de Costa Rica, La tribuna, La linterna, El látigo, La semana, La semana cómica, El nacionalista, Don lunes, Diario nacional, Repertorio americano, Bohemia, La prensa libre y La nación. En 1922 fundó Bohemia (1922-1924), del que fue copropietario, director artístico y dibujante principal y en el que conjugaba el humor con la crítica de sucesos nacionales, secciones de juego, ingenio y entretenimiento, en su gran mayoría dibujados por él. Fue el principal dibujante de la famosa revista de Pío Luis Acuña, La semana cómica (1935-1960); publicó la revista masónica Acacia en la década de 1940. En su madurez, ilustró el Anecdotario nacional de Carlos Fernández Mora, famoso clásico de la política costarricense, junto con Álvaro García López (Garlo) y Juan Manuel Sánchez; además de obras, algunas literarias (Música sencilla de Blanca Milanés) e informes políticos: de la administración Cortés (1936-1940) y Calderón Guardia (1940-1942).  Creó el estilo solanado y personajes nacionales: Candelario, el famoso campesino de pies grandes y dedos hacia arriba que le hace observaciones al abuelo Ñor Cupertino y que continúa la labor del patillo de Hernández. Renovó, además, la figura de los personajes mascota al asignarle un papel activo a su perrito-bolita (su firma gráfica­) contrapunto del gato-resorte de Hernández. Como la mayoría de sus colegas, tuvo que trabajar en dibujo comercial e ilustración. Recibió reconocimientos nacionales e internacionales en el género del humor gráfico: en las Exposiciones de Artes Plásticas, Medalla de Oro en tres convocatorias (1928, 1930 y 1931), 1° y 2º premio (1934 y 1935 en su orden), cuando apenas ronda los 30 años de edad. En 1956, el premio SIP-Mergenthaler, uno de los más altos galardones otorgados a la caricatura en Latinoamérica. Recibió la primera distinción internacional de carácter continental otorgada a un caricaturista costarricense.   Ante la falta de recursos económicos del gobierno, logró el patrocinio del Diario de Costa Rica en la primera exposición y fungió de jurado en algunas convocatorias. Fue, asimismo, un elemento cohesionador del gremio. Su obra impactó a jóvenes como Hugo Díaz, reconocido en la actualidad como el padre de la caricatura costarricense.



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